Publicado originalmente el 06 de diciembre de 2019 en La Segunda
Cada vez que se abre una discusión pública sobre la necesidad de regular un modelo de negocios basado en la tecnología, aparece un lugar común que distorsiona los términos del debate: que tecnología no es “buena” o “mala” en sí misma, sino que lo importante es el uso que le damos. Un ejemplo recurrente es el cuchillo, el cual puede ser utilizado curar a una persona, asesinarla o simplemente cocinar.
Aunque entendible, esta visión pasa por alto que la tecnología es un producto histórico. Es un reflejo de nuestros procesos políticos, institucionales y sociales. No es un elemento aislado, sino que el reflejo del espíritu de la época, lo que hace que no sea posible utilizar una tecnología sin (hasta cierto punto) ser influenciado por ella. Los instrumentos inevitablemente seleccionan, amplifican o reducen aspectos de nuestra experiencia de distintas maneras, sea de forma tácita o porque su diseño así lo ha buscado. En palabras de Mowshowiz, las herramientas insisten en ser utilizadas de una forma particular.
Por eso Winston Churchil comentaba que las personas le damos forma a los edificios y luego los edificios nos dan forma a nosotros. En teoría, todos podríamos usar botellas retornables para tomar Coca-Cola, pero la sola emergencia de las botellas desechables dice mucho sobre aspectos particulares de nuestra cultura.
Estamos ante un fenómeno mucho más complejo que simplemente reducir a una decisión individual si las herramientas son utilizadas de forma positiva o negativa. Tomemos el ejemplo de las redes sociales. Un reciente estudio de Oxford, mostró que las redes sociales están diseñadas para maximizar la interacción y, que esto habilita la viralización y difusión de la desinformación y el discurso de odio. ¿Pueden los usuarios hacer lo posible para minimizar este efecto? Probablemente, pero difícilmente podrán revertir las consecuencia generadas por el diseño mismo de la red social.
Una forma más productiva de superar la pasividad y plantear la discusión pública es aceptar que la tecnología puede ser modelada para producir cambios sociales positivos o negativos. Bajo este esquema estamos obligados a tomar posición y preguntarnos ¿de cuál lado estaremos?
Excelente análisis, hace mucha falta