¿Quiénes podrán votar en el plebiscito?

Publicada originalmente el 31 de agosto de 2020 en La Segunda

Como suele sucedernos, nos acordamos a última hora de las dificultades para votar que tendrán las personas infectadas con COVID-19. No sólo porque su concurrencia al lugar de votación constituye un riesgo sanitario, sino que muchos de ellos no se encuentran en condiciones de salir de sus casas.

Este tema parece nuevo, pero en realidad por décadas hemos olvidado a aquellas personas que, gozando de derechos políticos y capacidad de votar, no pueden concurrir presencialmente a las mesas. Las personas hospitalizadas y aquellas privadas de libertad son algunas; de los chilenos en el extranjero nos acordamos recién en 2014. 

Para salir del paso, se han realizado una serie de propuestas a la ligera que no cumplen con los requisitos mínimos de una elección democrática y transparente (voto a distancia, electrónico, por correo, etc.). Estas propuestas deben ser descartadas de plano, por una razón muy sencilla: la Constitución y los tratados internacionales ratificados por Chile garantizan que el voto sea emitido de forma personal y secreta. En la medida que el votante pueda emitir su voto en presencia de otra persona, no se cumple este requisito intransable de nuestro proceso democrático. 

Hacer la vista gorda implica abrir la puerta a flagelos que hace décadas tenemos bajo control: la extorsión, el cohecho y el acarreo electoral. Porque nuestro sistema está diseñado no sólo para que el ciudadano vote sin presiones externas, sino que para evitar que pueda producir prueba de cómo votó. Para que no pueda vender su voto, aunque quiera rematarlo al mejor postor.

¿Significa esto que no se pueden explorar alternativas para ampliar las modalidades del voto? Para nada. Es completamente deseable y posible implementar medidas que permitan a más personas participar de las elecciones. Por ejemplo, el voto adelantado ante un ministro de fe, la constitución de mesas electorales en cárceles y hospitales, y la posibilidad que las personas puedan votar en cualquier local de votación.

Lamentablemente, este tipo de reformas deben ser ponderadas y estudiadas rigurosamente, no despachadas a la carrera cuando quedan menos de 60 días para la realización del plebiscito y nos encontramos en pleno período de campaña.

Cuidemos la democracia

Publicado originalmente el 13 de diciembre en La Segunda

Al conversar sobre voto electrónico, naturalmente esperamos una discusión altamente técnica sobre tecnología, protocolos de cifrado y ciberseguridad. Sin embargo, muchas veces las consideraciones más simples son las más poderosas.

Claro que existen razones técnicas para objetar la pertinencia de las elecciones remotas. Ningún sistema informático es invulnerable; no se trata si pueden o no ser comprometidos, sino cuántos recursos es necesario invertir. ¿Se imaginan la crisis política que se produciría si el plebiscito constituyente de abril fracasa como fracasó la última elección de la UDI? 

Pero hay dos elementos aún más elementales que el voto a distancia no es capaz de asegurar. El primero es la autenticación: no es posible garantizar que la persona que está votando a distancia es quien dice ser. En la consulta municipal, el mecanismo de seguridad implementado es exigir el RUT y el número de serie de la cédula de identidad. Pero ese no es un número secreto, de hecho, consta en el mismo documento. En otras palabras, se incumple uno de los requisitos esenciales del voto: que sea personal e intransferible

Tampoco se puede garantizar que el voto sea de carácter secreto. Suena mundano, pero la verdad es que no es posible asegurar que la persona esté votando exenta de apremios y coacciones si lo está haciendo desde su hogar o celular. Siempre puede estar sujeta a presiones de su pareja abusadora, su familia o su empleador.

Y es que votar en una cabina -a solas- genera un espacio de absoluta libertad. Un espacio que no sólo está pensando para excluir a terceros, sino que para evitar que el individuo pueda producir prueba de cómo votó. Así, se impide que pueda vender su voto (aunque quiera hacerlo) o que sea víctima de extorsiones.  

Chile está pasando por una profunda crisis de legitimidad. Renunciar al secreto del voto en estas circunstancias no sólo abriría la puerta para el retorno del cohecho, la extorsión y el acarreo electoral, sino que también puede debilitar aún más la confianza en nuestro sistema político. Nuestro sistema electoral actual es transparente, eficiente y seguro. No lo echemos por la borda. 

¿Voto por Internet? No, gracias

 Publicado originalmente el 17 de diciembre en La Segunda

El reciente bochorno en las elecciones internas de la UDI, sumado al episodio vivido en Ciudadanos han demostrado más allá de toda duda que el voto electrónico no cumple concriterios de seguridad y auditabilidad para transformarse en un sistema viable para nuestra selecciones nacionales. Sin embargo, sus promotores han repetido un punto que hasta elmomento no ha sido sometido al debido análisis: que el voto por Internet promueve laparticipación electoral.

Parece de sentido común pensar que si las personas pueden votar sin salir de sus casas, entonces la participación electoral debería aumentar. Sin embargo, las políticas públicas debenestar basadas en evidencia, y no en meras intuiciones y prejuicios. De hecho, en este caso laevidencia sí existe: el efecto del voto electrónico en la participación electoral ha sido objeto de estudio en múltiples ocasiones.

Luego 15 años de elecciones locales virtuales en Ontario, el incrementó en la participación fuede tan solo 3,5%. En Estonia, tras diez años y cuatro elecciones, la variación de la participaciónno superó el 2,5%, al borde del error estadístico. De igual forma, la votación parlamentaria de Noruega en 2010, efectuada de forma electrónica y remota, no produjo un cambio significativo en el número de votantes.

Por otro lado, pensemos en aquello que la votación remota no puede garantizar: el carácter secreto del voto. La posibilidad de marcar una preferencia en solitario, al interior de una caseta especialmente dispuesta para ello, sin que nadie pueda conocer nuestra opción, protege a los votantes del cohecho y las presiones externas. El voto vía internet es incapaz de garantizar este aspecto fundamental del proceso eleccionario. Sin este resguardo, podemos ser víctimas de presiones indebidas por parte de nuestro empleador o círculo familiar, o incluso de la tentación de vender nuestro voto por necesidades económicas.

Combatir el abstencionismo electoral pasa por entender sus causas de fondo, no por evadir eldebate con recetas mágicas. De momento, el voto electrónico nos pide sacrificar el secreto delvoto a cambio de una promesa de participación que no es capaz de cumplir. Un mal negociopara Chile.