Bodycams y disciplina policial

Publicada el 9 de enero en La Segunda

La crisis social ha develado la imperiosa necesidad de reformar Carabineros de Chile. Como ha quedado claro en los últimos meses de movilización, escenarios complejos requieren una policía profesional, disciplinada y capaz de ejercer un uso focalizado, proporcional y eficiente de la fuerza. 

Una de las propuestas para alcanzar este objetivo ha sido reforzar el uso de cámaras portátiles (bodycams) para fiscalizar la correcta ejecución de operativos policiales. Sin embargo, la evidencia internacional muestra que su utilización no está exenta de dificultades.

Estas cámaras, por su carácter móvil y el ángulo en que graban, producen un efecto denominado “intensidad deceptiva”. Es decir, las grabaciones muchas veces presentan una situación mucho más conflictiva, sonora y compleja de lo que realmente es. Esto proporciona un contexto equívoco que puede servir para justificar casos de brutalidad policial, como ha sucedido en múltiples ocasiones en Estados Unidos.

Las bodycams también tienen el defecto de grabar exclusivamente desde la perspectiva de la persona que la usa. Distintos estudios explican por qué la psicología humana tiende a ponerse en la perspectiva del sujeto; por eso reaccionamos distinto cuando una grabación es en primera y no en tercera persona. Por otro lado, el sesgo de las grabaciones también se produce porque estas captan sólo un rango reducido del espectro visual de quien las usa, entregando una visión parcial e incompleta de la situación. 

Cuando las cámaras efectivamente captan imágenes que pueden servir como prueba en casos de excesos policiales, el acceso a ellas se dificulta, obstaculiza o derechamente los registros son eliminados. En cambio, cuando las imágenes respaldan el actuar policial, estas rápidamente son filtradas a la prensa. Así ha sucedido en múltiples casos de violencia racista en Estados Unidos y el asesinato de Camilo Catrillanca en nuestro país. 

Disciplinar nuestra policía al poder civil es una deuda de la transición. Ha sido la falta de voluntad política lo que ha impedido que esto haya ocurrido a la fecha, no la ausencia de medios tecnológicos para controlar el actuar de carabineros. Nuevamente vale la pena recordar: no existen soluciones técnicas a problemas políticos. 

Intervención extranjera

Publicado el 24 de diciembre en La Segunda

Carl Sagan solía decir que afirmaciones extraordinarias, requieren pruebas extraordinarias. El gobierno parece encontrarse en el otro extremo; a pesar de no haber presentado ninguna evidencia, ha aseverado repetidas veces que el estallido social ha contado con la participación de grupos y gobiernos extranjeros que buscan desestabilizar el país.  

El ministro Blumel prometió que esa incertidumbre se iba a disipar con la presentación de un informe “altamente sofisticado” basado en análisis de “big data” de las redes sociales. Mucha fanfarria para un documento completamente mundano y que no agrega nada que un usuario promedio no sepa: durante el estallido social hubo una proliferación de hashtags relacionados con la movilización y parte importante de la conversación fue guiada por usuarios con gran cantidad de seguidores, tanto a favor como en contra de la revuelta. 

Lo más decidor parece ser que un 31% de los mensajes proviene de cuentas localizadas fuera de Chile. Esto no tiene nada de extraordinario; naturalmente el mundo ha visto con atención lo que ha sucedido en nuestro país y se han generado múltiples instancias de solidaridad internacional a partir de las graves violaciones a los derechos humanos ocurridas en los últimos meses. También hay otros factores: muchas cuentas falsas suelen colgarse de hashtags que son tendencia mundial para hacer spam (publicidad de mala calidad) y cualquier chileno puede utilizar una VPN (virtual private network) para aparecer twitteando desde otro país. 

Más allá del bochorno, este episodio muestra la falta de voluntad del gobierno para analizar y comprender los factores sociales, económicos y demográficos que han gatillado la crisis. Sólo eso explica que hayan insistido en la tesis de la intervención extranjera, luego que importantes académicos nacionales advirtieron que estos análisis no son capaces de generar inteligencia sin ser cotejados con factores externos, que los datos utilizados son fácilmente manipulables y sus conclusiones no pueden asegurar que existió una real influencia en cómo se desarrolló la movilización.

Abandonar las teorías conspirativas es un importante paso para dejar de evadir el arduo y difícil camino que como sociedad nos espera: darle una respuesta política a una crisis política. 

Presentación XXVI Jornadas Derecho del Trabajo

El día 14 de diciembre tuve la oportunidad de presentar en las Jornadas de Derecho del Trabajo, organizadas por la Universidad Católica del Norte. En la mesa sobre protección de datos personales de los trabajadores expuse los hallazgos de una investigación en curso que estamos llevando a cabo con Patricio Velasco sobre el uso de toma de decisiones algoríticas para selección de personal y sus posibles efectos discriminatorios y arbitrarios. Les dejo la presentación:

Cuidemos la democracia

Publicado originalmente el 13 de diciembre en La Segunda

Al conversar sobre voto electrónico, naturalmente esperamos una discusión altamente técnica sobre tecnología, protocolos de cifrado y ciberseguridad. Sin embargo, muchas veces las consideraciones más simples son las más poderosas.

Claro que existen razones técnicas para objetar la pertinencia de las elecciones remotas. Ningún sistema informático es invulnerable; no se trata si pueden o no ser comprometidos, sino cuántos recursos es necesario invertir. ¿Se imaginan la crisis política que se produciría si el plebiscito constituyente de abril fracasa como fracasó la última elección de la UDI? 

Pero hay dos elementos aún más elementales que el voto a distancia no es capaz de asegurar. El primero es la autenticación: no es posible garantizar que la persona que está votando a distancia es quien dice ser. En la consulta municipal, el mecanismo de seguridad implementado es exigir el RUT y el número de serie de la cédula de identidad. Pero ese no es un número secreto, de hecho, consta en el mismo documento. En otras palabras, se incumple uno de los requisitos esenciales del voto: que sea personal e intransferible

Tampoco se puede garantizar que el voto sea de carácter secreto. Suena mundano, pero la verdad es que no es posible asegurar que la persona esté votando exenta de apremios y coacciones si lo está haciendo desde su hogar o celular. Siempre puede estar sujeta a presiones de su pareja abusadora, su familia o su empleador.

Y es que votar en una cabina -a solas- genera un espacio de absoluta libertad. Un espacio que no sólo está pensando para excluir a terceros, sino que para evitar que el individuo pueda producir prueba de cómo votó. Así, se impide que pueda vender su voto (aunque quiera hacerlo) o que sea víctima de extorsiones.  

Chile está pasando por una profunda crisis de legitimidad. Renunciar al secreto del voto en estas circunstancias no sólo abriría la puerta para el retorno del cohecho, la extorsión y el acarreo electoral, sino que también puede debilitar aún más la confianza en nuestro sistema político. Nuestro sistema electoral actual es transparente, eficiente y seguro. No lo echemos por la borda. 

La tecnología no es neutra

Publicado originalmente el 06 de diciembre de 2019 en La Segunda

Cada vez que se abre una discusión pública sobre la necesidad de regular un modelo de negocios basado en la tecnología, aparece un lugar común que distorsiona los términos del debate: que tecnología no es “buena” o “mala” en sí misma, sino que lo importante es el uso que le damos. Un ejemplo recurrente es el cuchillo, el cual puede ser utilizado curar a una persona, asesinarla o simplemente cocinar. 

Aunque entendible, esta visión pasa por alto que la tecnología es un producto histórico. Es un reflejo de nuestros procesos políticos, institucionales y sociales. No es un elemento aislado, sino que el reflejo del espíritu de la época, lo que hace que no sea posible utilizar una tecnología sin (hasta cierto punto) ser influenciado por ella. Los instrumentos inevitablemente seleccionan, amplifican o reducen aspectos de nuestra experiencia de distintas maneras, sea de forma tácita o porque su diseño así lo ha buscado. En palabras de Mowshowiz, las herramientas insisten en ser utilizadas de una forma particular.

Por eso Winston Churchil comentaba que las personas le damos forma a los edificios y luego los edificios nos dan forma a nosotros. En teoría, todos podríamos usar botellas retornables para tomar Coca-Cola, pero la sola emergencia de las botellas desechables dice mucho sobre aspectos particulares de nuestra cultura.

Estamos ante un fenómeno mucho más complejo que simplemente reducir a una decisión individual si las herramientas son utilizadas de forma positiva o negativa. Tomemos el ejemplo de las redes sociales. Un reciente estudio de Oxford, mostró que las redes sociales están diseñadas para maximizar la interacción y, que esto habilita la viralización y difusión de la desinformación y el discurso de odio. ¿Pueden los usuarios hacer lo posible para minimizar este efecto? Probablemente, pero difícilmente podrán revertir las consecuencia generadas por el diseño mismo de la red social.

Una forma más productiva de superar la pasividad y plantear la discusión pública es aceptar que la tecnología puede ser modelada para producir cambios sociales positivos o negativos. Bajo este esquema estamos obligados a tomar posición y preguntarnos ¿de cuál lado estaremos?

Fact-checking en tiempos de crisis

Publicado originalmente el 28 de octubre de 2019 en La Segunda

En tiempos convulsionados, la circulación de desinformación (fake news) se vuelve aún más perjudicial para nuestra democracia. Para combatirla, varios medios se han embarcado en la noble labor de verificar (fact-check) el contenido que se ha vuelto viral en redes sociales.

 Hasta el momento, las iniciativas de verificación han utilizado la figura del semáforo: verdadero, falso o incierto. La evidencia comparada muestra que esta metodología tiene varios problemas, especialmente porque sólo traslada el problema de la confianza. La crisis de legitimidad de la prensa tradicional también es un factor que ha promovido la desinformación. La pregunta, entonces, es ¿si desconfío de una fuente en particular, por qué voy a creer en el medio que busca corroborarla?

 También existe un problema de interpretación. Hay hechos cuya constatación es derechamente objetiva y hay opiniones que podemos considerar falsas y ofensivas, pero que son incontrastables. Entre estos dos extremos se encuentran una serie de declaraciones en donde se juega el corazón del debate político, cuya interpretación necesariamente es subjetiva y está sujeta a juicios de valor.

 Una alternativa es presentarle a los lectores los antecedentes disponibles para que ellos lleguen a una conclusión, en vez de simplemente declarar que es verdadero y qué es falso. Bajo esta metodología, la interpretación del medio se presenta al final del texto como sugerencia, nunca como titular.

 Otro problema es que el fact-checking es una foto estática de una situación. Un hecho puede ser calificado como falso en su momento, pero luego surgir antecedentes que demuestren su veracidad (como sucedió en las elecciones estadounidenses y la intervención rusa). Es conveniente que los medios habiliten una sección digital que permita darle seguimiento a sus notas.

 Por último, se requiere un verdadero contraste de fuentes para verificar la veracidad de una afirmación. Si sólo se cuenta con el testimonio de la parte involucrada, entonces es imposible considerar que el hecho fue corroborado.

 Estas son sólo algunas recomendaciones para mejorar un campo que todavía está en pañales, pero son un primer paso para que estas incipientes iniciativas se transformarán en un aporte a la integridad del debate público.